Poner límites

Los límites contienen

Los niños y niñas van comprendiendo de a poco lo que significan los límites. Las normas deben ser pocas, pero las necesarias, teniendo en cuenta que se van adquiriendo de a poco y a medida que crecen. Si bien pueden reconocer lo que está bien y lo que está mal antes de los 3 años, recién entienden las consecuencias de sus acciones a partir de esa edad.

Mientras tanto, deberemos repetirles los límites muchas veces.

Al momento de poner un límite, hay que hacerlo de forma positiva. Por ejemplo, para que no coman comida del tacho de la basura, en vez de gritarles: “¡No metas la mano ahí, eso es asqueroso!”, es mejor decirles: “Si tenés hambre, podemos merendar. La comida de la basura está llena de bacterias y te podés enfermar”.

Si lloran o se enojan frente al límite, hay que acompañar su frustración. Castigarles u ofrecerles recompensas a cambio de un buen comportamiento no les ayudará a crecer. Tampoco sirve poner límites como una manera de descargar nuestro fastidio o porque “no los aguantamos más”. Las personas adultas somos responsables de las situaciones y también quienes podemos frenar a tiempo. En un momento de conflicto, podemos y debemos parar y pensar.

En las familias muchas veces hay más de una persona a cargo de la crianza: madres, padres, parejas, abuelos. Es importante que estas personas estén de acuerdo y compartan criterios. Deben mostrarse ante los niños y niñas como una unidad.

Algunas pautas para poner límites

  • Utilicemos los límites en tiempo presente y situaciones concretas. Seamos claros en transmitírselos (En vez de: “Dejá de jugar y vení a comer ya”, podemos decirles: “Ahora es hora de comer. Después de comer, podés jugar”).
  • Estemos atentos a no calificarlos con adjetivos (“Sos malo”, “Sos tonto”) sino referirnos a las acciones que están mal (“Estuvo mal que le pegaras a tu amigo” o “No me gustó que tiraras la comida al piso. Si no te gusta, me avisás o la dejás en el plato”).
  • Evitemos enojarnos con su enojo o usar amenazas y represalias (“Dejá eso o me voy a enojar”, “Si no venís para acá ya, la vas a pasar mal”), ya que pueden generar angustia y no ayudan a que niñas y niños comprendan el motivo de nuestra reacción.
  • Ayudémosles a reparar cuando cometen un error. Aceptemos que tanto grandes como chicos podemos equivocarnos, pero también podemos darnos cuenta y así cambiar nuestra actitud.
  • No les consultemos sobre cuestiones en las que su opinión no importa (como si quieren ir a la escuela o si quieren tener un hermanito) porque son decisiones de los adultos.

FUENTE: UNICEF

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